viernes, 13 de marzo de 2009

ADMIRO A ALMODOVAR

Soy Almodovariano. Es una afirmación contundente, como decir: "Te Quiero". Las historias que cuenta son siempre cercanas y arraigadas al corazón, pasadas por el tamiz de un concienzudo trabajo de comunicación audiovisual. El mundo almodovariano de los sentimientos constituye un abanico extenso de actitudes morales idóneas y su reverso, pero todas unidas por un fino y delgado hilo conductor: la pasión. En los últimos años las propuestas que ha hecho han dado bandazos hacia los extremos y ahora espero con ansia saber hacia donde se sitúa este manchego (odiado, admirado, querido, defenestrado, galardonado), con "Los abrazos rotos". El semblante de Blanca Portillo ya cuenta en sí el trasfondo de la historia. He visto los primeros "trailers" y queda clara la tragedia mascada y bruñida por una luz electrizante y bipolar, como el carácter de algún otro personaje de la película. He oído su tono de voz y ya adivino el devenir del desierto en el que vive como ermitaña del amor. La historía será importante pero la luz y la música nos sitúan en un abismo oscuro que ejerce un poder de atracción enorme, tan enorme como la figura de este cineasta manchego.






He empezado diciendo que soy almodovariano y lo ratifico porque considero que, igual que otros cuentan hábilmente sus aficiones deportivas o sus filiaciones políticas, me apetece a mí "significarme" con las películas, con el cine de Almodóvar, porque siempre ha ejercido una siniestra atracción y un mimetismo extraordinario con los asuntos de la vida propia. Hace años, recuerdo, en las madrugadas de juerga sin fin, más de una vez, reir como un niño recreando diálogos de "Que he hecho yo para merecer esto". Recuerdo hacer las rutas eternas de la línea de autobús "circular" o sentarme en la calle O´Donell esperando ver las localizaciones de una escena mítica en "Mujeres al borde de un ataque de nervios". Desde que en una maratón de cine viera las tres primeras películas de Almodóvar, ese poder hipnótico que ejerció sobre mí, se ha mantenido con una fidelidad que va más allá de la devoción. La idolatría que me niego para otros asuntos de la vida, la permito a la hora de disfrutar y dejarme llevar por las creaciones de este mito del cine.






Siempre he buscado, intelectualmente, conocer el nexo de unión entre Almodovar y sus historias, y siempre llego a la misma conclusión: un juego de la creación. La intensidad que confiere a sus personajes es siempre ficticia, algo exagerada, de forma que expresan contundentemente los giños, también desorbitados, que conocemos en el día a día en las gentes de la calle. Lo realmente seguro es que, en la tragedia y en la comedia, se convierten en paradigmas del ser humano.


3 comentarios:

  1. ME preguntaba por que no estaba tu entrada sobre Almodovar, ahora lo comprendo. Ayer, cuando pusieron en televión su corto, y la película Volver, hubiese querido poder comunicarme contigo y decir...es tu cine.Pero seguro que ya lo sabías.Un beso.

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  2. Yo también soy almodovariana confesa y rendida. Incluso en sus peores películas, hay secuencias que son auténticas obras de arte (recuerdo Kika o La flor de mi secreto, por ejemplo). El otro día también vi de nuevo 'Volver' y otra vez se me pusieron los pelos como escarpias. Quizás por eso me metí de cabeza a ver 'Los abrazos rotos' cuando se estrenó y la verdad es que salí insatisfecha.
    El mejor Almodóvar es el que mezcla el costumbrismo con la comedia, blanca o negra. Pero cuando intenta hacer cine negro puro no le sale tan redondo. O sí, si hubiera seguido en una dirección por la que se pierde al comienzo de la película.
    ¿Por qué no profundiza más en las relaciones de Penélope Cruz y su madre? ¿por qué no mostrarnos su pasado oscuro, cómo se redime y por qué termina trabajando para José Luis Gómez...?.
    En el momento que abandona esa historia y se centra en Lluis Homar, la película hace aguas. Y con todo el dolor de mi corazón, el personaje de Blanca Portillo no hace más que estorbar. Sinceramente, no interesa, ni ella ni ese mundo del cine dentro del cine que ya se sabe que no suele gustar al público. La explicación que da la Portillo casi al final de la película es una tontería sin ningún interés. Los personajes masculinos son totalmente planos e incluso prescindibles.
    Es una pena que haya desperdiciado el talento de Penélope Cruz en chistes privados de cineastas. Los mejores momentos de la película son de ella y uno siente que cuando ella desaparece, la historia se difumina. Tan sólo se recobra con esa delirante versión de '¿Qué hecho yo para merecer esto?' llamada 'chicas y maletas' que nos deja con la miel en los labios.
    Creo que Almodóvar debió hacer un montaje totalmente nuevo antes de estrenar la película. Y lo dice una almodovariana rendida, como tú.

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  3. Cyd Charisse, reconozco que cualquiera sabe de cine más que yo. Reconozco mi ignorancia sobre todas las cosas, y por ello no he podido hacer una crítica sobre la película, ni comentario siquiera. Aún estoy sorprendido por "los abrazos rotos", sigo dando vueltas a porqué la película es como es y no de otra manera, al sin sentido que supone mezclar tantas historias cruzadas, abiertas, hilarantes, decepcionantes, sorprendentes, histriónicas... ¿Qué quiere decir Almodovar con esta película? Estoy tan perdido que necesito verla una vez más. Entonces podré contestar a tu comentario. No sin antes decirte que entiendo tu desconcierto con ese cambio de historia que apenas es anecdótica con respecto a la gran historia que hay tras el papel de Penélope Cruz. Angela Molina se me queda pequeña, me quedé ansioso de saber mucho más de ella, excelente interpretación, pero Blanca Portillo es un personaje clave en la otra historia que desmerece la primera pese a estar conectadas por la cosa del amor. No sé... Necesito verla una vez más. Entonces te contaré cual es mi opinión definitiva, pero repito que me siento desconcertado.

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